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Martes, 12 de Julio de 2011 10:19

Era una gruta pequeña

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Era una gruta pequeña, pero lo suficientemente espaciosa como para que aquel chaval de veintiún años hubiera pasado nada más y nada menos que tres lustros de su corta vida.
Cuando Juan sólo contaba con seis años de edad fue encerrado en este agujero que se hace llamar cueva; la caverna, de unos diez metros cuadrados estaba provista de algunos elementos indispensables para vivir, apenas eran cuatro, un desgastado colchón hecho de la lana que le fue privada a una oveja muchos años atrás; una carcomida mesa de madera de roble; una caja de cervezas que hacía de silla, y un oscuro, pequeño y profundo tubo que se internaba hasta las profundidades de la tierra y que hacía el papel de una letrina.

El alimento se le suministraba una sola vez al día por una pequeña trampilla, localizada en la parte superior de la cavidad que desde hacía quince años era su hogar. El momento en que la trampilla se abría para llegar la escasa comida que le servía de sustento, era la única vez que un ligero resplandor procedente de alguna fuente artificial de iluminación, bañaba la estancia. La mayor parte del tiempo, Juan lo pasaba recostado en la cama, con la mente en blanco, y que no había ningún tema que pudiera ocupar sus pensamientos, esto era fruto de su solitaria, oscura y húmeda vida. Él no recordaba nada más en su triste existencia  que ese lugar.

Hacía tres días que Juan no recibía alimento alguno, cuando decidió intentar algo que nunca antes se le había pasado por la cabeza, con ayuda de la vieja mesa de roble se alzó hasta la trampilla, tras varias horas de golpes, la trampilla cedió, no se lo pensó dos veces y se introdujo por ella, atravesó una gran galería, que aunque estaba oscura no representó ningún problema para Juan, sus ojos estaban acostumbrados a la oscuridad después de esos quince años de reclusión. Comenzó a vislumbrar una luz que le cegaba los ojos, entonces comprendió, era libre. Anduvo desorientado durante varios kilómetros, ya que la luz le lastimaba los globos oculares. Oyó el ruido de un motor, aunque él no supo diferenciarlo, el conductor del vehículo estacionó a su lado. Les resultó realmente difícil entablar una conversación ya que Juan llevaba muchos años sin escuchar la voz de un ser humano. Se entendieron a duras penas, y el extrañado conductor decidió llevarlo a la ciudad.

Cuando Juan subió al coche, su acompañante extrajo un aparato de la guantera, lo manipuló y se lo pegó a la oreja.  Juan todavía estaba sumido en una nube de confusión, cuando el conductor del vehículo, empezó a hablar al artefacto. Una sensación de temor y curiosidad le inundó, cuando de pronto otro instrumento colocado encima del salpicadero comenzó a “gritar”, le estaba dando indicaciones. Entre tanta confusión Juan se desmayó. Lo primero que vio Juan al despertar fue una sala, una habitación blanca, sin ventanas, sólo había una pequeña puerta de hierro y estaba cerrada. Fue en ese preciso instante cuando Juan se sintió como en casa, aislado y encerrado pero feliz, hasta que de pronto advirtió la presencia de dos cámaras de seguridad, que por supuesto no supo identificar. La puerta se abrió de repente, apareciendo dos personas uniformadas, ambas varones. El más alto y delgado le hizo un gesto para que les acompañara, Juan les siguió por un largo pasillo hasta que llegaron a una estancia donde lo sentaron enfrente de una mesa, allí una mujer tecleaba sobre unos de los muchos aparatos que Juan había descubierto en ese mismo día. La mujer se le quedó mirando fijamente, casi con desprecio. Después de dos minutos le invitaron a pasar a otra sala, esta última estaba repleta de pantallas, en todas ellas se veía reflejado, Juan empezó a sentir una opresión en el pecho, comenzó a sentirse mal. ¿dónde estaba?¿qué eran todos aquellos aparatos que él nunca había visto y nunca había necesitado?, esta sensación se estaba apoderando de él, había una gran diferencia entre el mundo real  y el único mundo que había conocido o podía recordar hasta ese momento, el mundo en el que había vivido Juan todos estos años le producía seguridad, aquello a lo que se enfrentaba le daba pánico. Esa era la diferencia, el gran avance tecnológico, eso era lo que asustaba a Juan, ya que nunca antes había salido de la oscuridad de su caverna. Esa sensación ahogaba a Juan, ya no podía aguantar más en ese mundo tan desconocido para él, personas hablando a máquinas, pantallas reflejando multitud de imágenes. Todo esto se agolpaba en su cabeza, estaba a punto de estallar, Juan quería huir, entonces hizo lo único que podía hacer:  correr.

Ultima modificacion el Domingo, 29 de Julio de 2012 18:35

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